Todo grupo humano funciona como una micro sociedad. Una empresa es un lugar de encuentro y acción humana, un organismo vivo que piensa, actúa, genera y cultiva nexos de relación, produce materia, energía e información. Y todo ello sucede a través de la palabra, el lenguaje, en fin; la comunicación.
Un buenos días, una mirada, un retardo, todo lo que hacemos y decimos tiene un significado para las personas que lo perciben.
Una empresa está constantemente produciendo mensajes, actos que se abren camino en el entramado de relaciones y soportes de comunicación. Sin embargo, la complejidad de las relaciones humanas hace que la comunicación se transforme muchas veces en incomunicación, frustrando las partes que intervienen en el proceso.
Es importante tener muy claro que no somos máquinas, somos personas. Y las personas sueñan, aman y odian. Pueden hacer de su trabajo un lugar ameno para el desarrollo o un nicho de odio y resentimiento. Si la comunicación está librada al azar, o peor, se coacciona a través del castigo autoritario, probablemente el equipo de trabajo se inclinara por la segunda opción.
Gestionar la comunicación es, en primera instancia, reconocer su importancia y evidenciar la necesidad de gestionar racionalmente las relaciones humanas. No como un fin en sí misma, sino como medio para alcanzar los objetivos propuestos. Cualquier organización productiva parte de esta base. Entenderlo, es dar el primer paso.
Google es sin duda uno de los casos ejemplares. Se trata de una empresa privada, sí, pero su manera de gestionar la comunicación la ha llevado a ser una de las empresas más importantes del mundo. Google ha demostrado que los grupos bien motivados trabajan con mayor compromiso y eficiencia que un equipo guiado por el resentimiento.
No se trata de un despertar de conciencia en el mundo de los negocios, ni de nuevas estrategias instrumentales para controlar personas. El mundo ha cambiado y las empresas que no sepan adaptarse a los nuevos tiempos terminarán desapareciendo.
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